La educación a distancia ha
estado presente, al menos en el mundo occidental, desde mediados del siglo XIX
a través de cursos por correo, después por medios como la televisión, la radio
y otra serie de recursos audiovisuales cuya evolución ha permitido pasar del
uso de computadoras como dispositivos para leer cd rom a una enseñanza
colaborativa basada en internet.
Estos cambios han permitido que
las personas interesadas en la educación a distancia hayan pasado de ser
simples alumnos contemplativos y sin capacidad de interpelación a ser un
estudiante activo y autogestor y el docente una guía y facilitador de
aprendizaje.
Ante el cambio, el estudiante en
línea debe modificar el significado tradicional de la palabra estudiante y
contar con características como la actitud proactiva, el compromiso con el
propio aprendizaje, la conciencia de las actitudes, destrezas, habilidades y
estrategias propias, una actitud para trabajar en entornos colaborativos, trazar
metas propias, ser capaz de tener un aprendizaje autónomo y autogestivo, entre
otras.
También, debe enfrentarse a
nuevos retos, que van más allá de aprender a utilizar algunos paquetes de
software, cono son: dejar atrás el aprendizaje dirigido y los entornos
competitivos, evitar memorizar y repetir el conocimiento, gestionar y
administrar el tiempo y desarrollar destrezas comunicativas.
El aprendizaje en línea no
consiste sólo en estar por horas frente al monitor de una computadora y/o copiar y pegar textos de diferentes páginas de
internet; tiene la complejidad y facilidad de ser un método que busca la
aprehensión del conocimiento.